Antigua creencia según la cual los monarcas eran mensajeros políticos de dios en la tierra. Ya que su autoridad para gobernar supuestamente derivaba directamente de Dios, la capacidad de decisión de los monarcas era infalible y no podía ser cuestionada. Algunos reyes Stuart ingleses del siglo diecisiete se veían como gobernantes gracias al derecho divino, una posición rechazada por numerosos súbditos, hasta el punto de una guerra civil en los años 40 del siglo XVII y la decapitación de Carlos I en 1649.